miércoles, 30 de mayo de 2012

Precisiones a “Arguedas en Chimbote” (1) / Por: José Reyes Carranza


Precisiones a “Arguedas en Chimbote” (1)
Por: José Reyes Carranza

Recientemente he leído “Arguedas en Chimbote”, crónica testimonial cuyo autor, el periodista José Gutiérrez Blas, presenta como un “modesto aporte a la cultura nacional”, en el contexto de la conmemoración del centenario de su nacimiento. Confieso que su lectura, de principio a fin,  me sorprendió y alarmó por las afirmaciones erróneas que contiene y que de ninguna manera constituyen un aporte ni  contribuye a una cabal comprensión de la obra literaria y pensamiento ideológico y político del amauta José María Arguedas. Veamos porque.
Arguedas vino a Chimbote en 1967 no el 61
Gutiérrez dice: ”hace media centuria que José María Arguedas  arribó [a Chimbote], una noche del mes de agosto de 1961” (p.25), y reafirmando la fecha añade: “Recuerdo que en la mañana de ese día, los hermanos Yánac … una vez más, habían logrado la proeza de escalar el Huascarán…” (p.26). Más adelante, luego de regodearse con el suplicio al que somete a José María antes de concederle la oportunidad de hablar con él, puesto que fue a buscarlo al diario El Faro a las 8.15 de la noche y recién lo recibió más de dos horas después, Gutiérrez confiesa que se sorprendió cuando éste le revela su nombre. Con “suma modestia” le habría dicho: “Soy Arguedas”. Revelación que daría origen al siguiente diálogo: “-¿Acaso José María Arguedas?. El famoso autor de “Todas las sangres”, “Agua”, “Yawar fiesta”, “El Sexto”…” –¡Si señor, el mismo!...” (p. 28)  habría sido la entusiasta respuesta.  Agrega que: “Con natural agotamiento tras dos semanas continuadas con el maestro… decidí buscar al recordado compositor, narrador y poeta Pietro Luna Coraquillo para que lo siga guiando” (p.36).
Gutiérrez cierra su testimonio afirmando que al enterarse que fue su amigo Alcides Arguedas, hermano mayor de José María, quien lo había recomendado para “proporcionarle lo que se había propuesto investigar… ¡Me sentí rebosante de felicidad!, sirvió para que el amauta andahuaylino, empezara a bosquejar lo que habría de ir escribiendo…” Termina el párrafo afirmando que su información “sobre ciertos aspectos vivenciales patéticos de Chimbote… a la vez pudo haberle incentivado para algunos otros trabajos literarios…” (p.38).
Respecto a este aspecto anecdótico del texto de Gutiérrez categóricamente aclaramos que Arguedas no vino a Chimbote “una noche del mes de agosto de 1961” para informarse y escribir El zorro de arriba y el zorro de abajo. Alfredo Torero, antropólogo y amigo íntimo de José María Arguedas, ambos docentes en la Universidad Agraria La Molina, en su libro Recogiendo los pasos de José María, señala que “Por sugerencia hecha en carta de mayo de 1966 por su sobrina Vilma Arguedas, que trabajaba en Chimbote,… trasladó el escenario de su futura novela a esa ciudad …” (p.76). Como nos lo recuerda el mismo Torero: Arguedas, pensando en Supe, tranquila caleta en la que desde 1943 pasaba vacaciones, había concebido “desde 1966, las líneas generales de una novela sobre la tremenda transformación de ese rincón costeño, novela que inicialmente preintituló “Harina Mundo” (Julio Ortega acota al respecto que luego la llamó “Pez grande”), antes que inspirado en Hombres y dioses de Huarochiri asumiera el título final de su última novela.
 A raíz de la carta de Vilma es que Arguedas “Viajó a Chimbote desde enero de l967” (p.76), sorprendiéndose por la extraordinaria oleada migratorio de los andes a la costa y por el caos económico y social que el rapaz sistema de producción capitalista produjo en Chimbote. Estudiosos  como Alberto Flores Galindo, Julio Ortega,  Gonzalo Portocarrero, Carmen María Pinilla, William Rowe , entre otros, además de las cartas mismas de Arguedas, confirman que el año 1967 marca el inicio de sus visitas a Chimbote. La última habría sido a principios de 1968, año en que empezó a escribir su renombrada novela. Entonces tenemos que el jolgorio de Gutiérrez carece de fundamento.
Si Gutiérrez consideró trascendente, histórico, su encuentro con Arguedas en agosto de 1961 nos preguntamos:  ¿ Por qué no publicó absolutamente nada en el diario El Faro ni en El Comercio, del cual fue corresponsal­? y  ¿Por qué tampoco lo hicieron los periodistas del diario local que, a decir de Gutiérrez, se arremolinaron alrededor de Arguedas cuando regresó a El Faro, la mañana del día siguiente, para iniciar su investigación en Chimbote?
De otro lado, si en 1961, como dice Gutiérrez, Arguedas habría admitido la autoría de su novela Todas las Sangres  estaríamos ante un insólito caso de videncia simultánea, puesto que dicha novela recién fue publicada el año 1964, es decir, tres años después del supuesto encuentro que comentamos. Tampoco es real que ese año buscó “al recordado compositor” Pietro Luna, para que siga guiando a Arguedas, por la sencilla razón que Pietro, el año 1961, todavía no era “el recordado compositor…”, pues a la sazón tendría 17 ó 18 años de edad y, probablemente, recién habría estado terminando estudios secundarios. Finalmente, aclaramos que tampoco es cierto que los hermanos Yánac hayan escalado el Huascarán en agosto de 1961, pues el ascenso a la cima sur la hicieron el 3 de agosto de 1954; en tanto que el año anterior escalaron  la cima norte que es la más baja.

Precisiones a “Arguedas en Chimbote” (2) / José Reyes Carranza


Precisiones a “Arguedas en Chimbote” (2)

Por: José Reyes Carranza

Anteriormente refutamos, de manera documentada, los aspectos anecdóticos de Arguedas en Chimbote, de José Gutiérrez. Ahora formulamos algunas precisiones a su contenido, principalmente en torno a opiniones relacionadas  a su militancia socialista y al calificativo que da a Arguedas como “genuino escritor indigenista”,  de clara inspiración vargasllosiana. 

Arguedas: Militante socialista
Gutiérrez dice que de Arguedas “Se puede afirmar que tenazmente se esforzó por desarrollar un socialismo mágico, …”(p.22). Idea que refuerza al sostener que “… no es radical… busca  la integración… labrando un socialismo encantador…” (p.43). Es de señalar que éstas y otras afirmaciones por el estilo carecen, en  Arguedas en Chimbote,  de  fundamentación teórica o práctica. Son gratuitas, no se sostienen sobre nada.
La adhesión de Arguedas al socialismo no admite dudas. Está en sus escritos y en su práctica política y social.  José María, admirador y seguidor de José Carlos Mariátegui, fue militante del PCP  y nunca postuló un socialismo mágico o encantador. Sin embargo, tuvo discrepancias con el PCP. Una de ellas por la cerrazón del comunismo ortodoxo oficial a considerar “el mundo de la cultura” y  el “mundo del mito” como componentes del ideario y programa socialista, temas centrales en las novelas y ensayos antropológicos de José María y que Mariátegui no alcanzó a estudiar en profundidad. A principio de los 60´Arguedas se aparta del PCP, sin romper con el socialismo, y siempre se mantuvo  abierto al entendimiento con la llamada “izquierda nacional”. Cuba, Vietnam, las guerrillas en el Perú y Bolivia,  la muerte del mítico Che Guevara, el Mayo 68 de Paris, las revueltas campesinas y estudiantiles en nuestro país siempre estuvieron en la primera línea de su pensamiento y actividad política.
Habría que recordar que su novela Todas las sangres concluye anunciando la inminencia de un cataclismo político y social. La carta de Arguedas a Hugo Blanco, dirigente sindical y campesino  de filiación trotskista cuando  purgaba una  condena en el Cusco, bajo cargo de haber organizado una “insurrección popular”,  expresa  admiración por su gesta y afirma compartir la confianza en que se aproximaba el día de la liberación del pueblo, que probablemente “costaría mucha sangre”. Su hermoso poema en homenaje al pueblo de Vietnam,   su admiración por la Revolución Cubana y la gesta del Che Guevara, dan cuenta de su militancia socialista.
Respecto a la condición que Gutiérrez confiere a Arguedas “Como genuino escritor indigenista”, el sociólogo Alberto Flores Galindo, en uno de sus ensayos sobre José María Arguedas, cita al crítico literario Alberto Tauro, importante comentarista de las obras de José María, quien al referirse a Agua, su primera obra publicada en 1935, dice que “Ella marca un cambio radical en la literatura indigenista”. Por su parte, el crítico Julio Ortega, en su ensayo Itinerario de José María Arguedas, sostiene que el amauta, estando en Chile, se indigna por “la domesticación social de las danzas populares, que el consumo convierte en mero comercio”, en ese país, a la vez que  se defiende  de cualquier sospecha de “indigenismo  simple”, no obstante que en su trabajo como  folclorista y antropólogo asume ”una aguda y urgida defensa de las expresiones creativas y las formas culturales del mundo aborigen…”.
Veamos ahora que entendemos por indigenismo.  Este es una  corriente intelectual que coloca la tradición indígena o andina como columna vertebral de la sociedad peruana, en contraposición a hispanistas que, como Riva Agüero, ponen al centro de la peruanidad la tradición occidental. Arguedas, en cambio, reconoce que la expansión capitalista ha generado profundos cambios  que han modificado la fisonomía   del  país. De allí que Flores Galindo anota que José María tiene una visión plural del país, de “todas las sangres”, ya que “no se trata de una nación sino de varias naciones”.  Es por eso que en su novela “Los zorros”, agrega,  “Cada uno de los diversos personajes tiene su propia definición, su propia identidad, su propia experiencia. El nuevo mundo de Chimbote no los ha disuelto, no los ha uniformizado, no los ha volcado a todos en el mismo patrón…”. Y es que uno de los grandes aportes de Arguedas  es mostrarnos una nueva visión de país: pluricultural y multiétnico.
 Por últimos, Vargas Llosa, con su libro La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo, se constituye en el principal abanderado de quienes achacan a José María “un trasnochado indigenismo”, para luego cuestionarlo por “arcaico” y pasadista. Esta acusación es falsa, como hemos visto. Siendo Vargas Llosa un intelectual neoliberal,  inteligente e informado,  consideramos que su exabrupto sería, mas bien,  producto del celo y temor que tiene porque en el tiempo perdure el recuerdo de José María Arguedas antes que el suyo. Sin embargo, aplaude y defiende reales arcaísmos como la utopía sionista, que desde principios del siglo XX pugnó por la formación de un Estado judío, en la tierra prometida al pueblo de Jehová sobre suelo árabe palestino, y  otros como la existencia de las realezas en la culta y moderna Europa neoliberal.